Todas las semanas juego al Euromillón.

Pero no por el premio, ya que lo que me toca, apenas si llegá para seguir jugando, y muy dentro de mí se que mi fortuna no vendrá por ahí.

La mano de la suerte que se apoya en mi hombro, no tiene forma de boleto ganador de un premio monetario.

La vida es el camino que tomamos a cada día con nuestras decisiones. Acertadas o desacertadas, afortunadas o desafortunadas, que nos provocan risa o llanto, pero siempre experiencia.

Y de la experiencia nace la sabiduría, no el conocimiento.

Yo juego al Euromillón por la costumbre príncipal de ver al tendero que los vende que es un pozo de sabiduría. Un ciudadano anónimo, que me llena de alegría con sus palabras de saber, confianza, de autoayuda, esa palabra que te hace sentir mejor durante todo el día.

Solo por dos euros que nisiquiera el me pide.

Cuando me marcho despues de comprar el boleto, siempre me dice, ya véras que te tocará, un dia te tocá.

Yo digo que ya me tocó, no puedo pedir más. Tengo comida, una cama donde dormir, un techo que me da cobijo, salud, una vida para vivirla y mucha gente que me quiere.

¿Que más puedo pedir?

El euromillón ya me tocó el día que supe valorar todas esas cosas y por ese motivo acabo comprando un boleto para el mañana. No por esos millones que promete. Sino para recordarme que mi mayor premio me fue dado y debo celebrarlo todos los días.

Y todo gracias a un dependiente que regala suerte, en mi caso por dos euros, y su saber por una simple charla.

Gracias anónimo amigo.

Un abrazo.