miércoles, 11 de abril de 2012

EL LADRÓN DE NIÑOS

Erase una vez, un hombre atado a un poste. 

Era un hombre bien parecido, guapo, de gran atractivo y arrogancia, que no la había perdido ni siquiera en ese estado, cuando, las mujeres del pueblo le tiraban verduras y huevos podridos a la cara y él les increpaba con insultos, blasfemias y comentarios machistas. Por supuesto, lo único que lograba era exaltar más a las mujeres allí reunidas, que eran todas las del pueblo.






Una de las mujeres, la más joven de ellas, se abrió paso entre la multitud que quería lincharlo, se acercó al hombre, le limpio la cara, y le dio de beber agua. 


El hombre por todo agradecimiento, la bebió como animal de bestia, y por única muestra de agradecimiento, le increpó que le diera más, de muy malas formas y sin ninguna delicadeza, escupiendo las palabras, como era habitual en él. Y la joven nuevamente le dio de beber.


Las mujeres no salían de su asombro al ver la acción de aquella mujer.


¡PERO QUE HACES! ¡LIMPIAS Y DAS DE BEBER AQUEL QUE TE ROBO TUS HIJOS! ¡AY QUE MATAR AL LADRÓN DE NIÑOS!


La joven contestó.


- A ninguna de vosotras ha robado más hijos que a mí. 


Soy la más joven de vosotras, y como todas, una vez tuve sueños. 


Quise tener hijos. Muchos hijos. Sentir como esa vida crecía dentro de mí. Alumbrarlo junto al hombre que amo y criarlo juntos hasta que fuera mayor e hiciera su camino... Sentirme querida... Y envejecer con ese hombre a mi lado.


Quería ser feliz y no lo pude ser.


Pero no ha sido por su causa, no fueron por sus mentiras. Me mentí yo.


El me dijo, como a todas vosotras, que no quería tener hijos. ¿Y qué hicimos? No los tuvimos.


Luego dijo, que quería divertirse más, que se aburría en la relación. ¿Y qué hicimos? Nos sometimos a todos sus caprichos. Por humillantes que estos fueran.


Luego dijo que le gustaban más jóvenes, y nos maquillamos y peleábamos con las arrugas para intentar arreglarlo. Pero envejecíamos todas igual.


Pero aún así, nos engañamos más si cabe.


Cuando veíamos como le ocurría a nuestra amiga, vecina, hermana y no aprendimos nada. 


Hacíamos lo mismo que las otras. Quisimos ver en su belleza y en su deseo, en la pasión que nos despertaba en la cama y en la soberbia de pasearnos con el del brazo. Lo sacrificamos todo... ¿Por qué?


Por nada... 


Dijo con lágrimas en los ojos y continuó hablando.


Mirad a vuestro alrededor, ¿Donde están los niños? ¿Quién nos los ha robado? ¿Quién es el ladrón de niños?...


Fuimos nosotras.... El es inocente, amamos un hombre sin corazón. Que nunca ha sabido amar, y por ello debe darnos pena y saberle perdonar.


Los hombres que si lo tenían. ¿Donde están? ¿Donde se encuentran?


Siempre decimos que en el pueblo de al lado, las otras que tienen suerte, las que se adelantaron... 


No, no es cierto. 


Este pueblo estaba lleno de hombres, hombres que suspiraban por nosotras, hombres que querían hijos... Pero no los vimos... Y estos al sentirse ignorados... Sentirse invisibles... Se fueron para otro lado, para otro pueblo. Donde fueron apreciados... Donde tuvieron niños las que querían, las que  tuvieron su deseo, su pasión, otras su envejecimiento acompañados y otras que solo desearon sentirse queridas también cumplieron su sueño. Porque hay hombres para todo.


Este que tenemos atado aquí. Es solo uno... Y para nuestra vergüenza elegimos el peor de todos.


Yo ahora lo perdono. Porque he podido perdonarme a mi misma.


Y besándole en los labios a aquel hombre encadenado, le acaricio con cariño su pelo y le susurro un gracias.


Luego cogió sus maletas y se fue de aquel pueblo. Fue a otro pueblo, donde comenzó a tener ilusiones, a tener sueños y a verlos cumplidos poco a poco.


Mientras del pueblo donde ella salió, todas murieron, nadie crecía, nadie soñaba, nadie se iba porque estaban muy ocupadas castigando al hombre encadenado a aquel poste.


Por eso el pueblo murió. Porque no habían niños. Porque en ese pueblo habitaba el ladrón de niños.









3 comentarios:

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  2. Muy bueno Raul. Me ha gustado mucho. Sigue así... Haciéndonos sentir emociones... Abrazos.

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  3. Magnifico, ahí si está tu alma.

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